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Dios y el sufrimiento

¿Te has preguntado dónde está Dios cuando sufrimos?

El sufrimiento es algo por lo que todos pasamos. Ya sea como consecuencia de nuestras acciones o por causas ajenas a nuestra responsabilidad, a lo largo de nuestra vida experimentaremos algunos momentos de tristezas o sufrimientos.

Éxodo 2:23-25
Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre.
Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios.

¿Le importa a Él si sufrimos o no?

La manera como Dios se ha movido en la historia, buscando al hombre en su condición perdida hasta llenarlo con sus bienes eternos, nos muestra cuánto le importa a Dios el dolor humano.

¿Dónde está Dios mientras sufrimos? Está con nosotros; nunca nos ha dejado.

Por otro lado, si comparamos nuestro sufrimiento con el de Él, tenemos que concluir que nadie ha sufrido más que nuestro Padre celestial.

Ninguno ha pagado un mayor precio por enfrentar el pecado como lo ha hecho Dios.
Nadie se ha entristecido más por el dolor de una raza descarriada como nuestro Dios.
¿Quién puede comparar el sufrimiento con Aquel que pagó por nuestro pecado en el cuerpo crucificado de su propio Hijo?
Nadie ha sufrido más que Aquel que, cuando envió a Su Hijo, nos mostró cuánto nos amaba.

“Todas las cosas ayudan a bien, a los que aman a Dios”
Romanos 8:28

Está allí, donde siempre ha estado.

Es verdad que a veces pareciera que Él se desentendiera del sufrimiento, como se ve en el caso de Job o del apóstol Pablo, pero de acuerdo a los resultados, esa es la manera como Dios trabaja en el carácter, y cómo puede utilizar la situación para bendecirnos más abundantemente.

De modo, pues, que el sufrimiento no le es indiferente. En el presente pasaje tenemos a un Dios que se hace presente cuando su pueblo está pasando por la más dura prueba de esclavitud.

EL CLAMOR DEL SUFRIMIENTO SUBE A SU PRESENCIA

Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre.

El estado de esclavitud y opresión al que se enfrentó Israel en Egipto tuvo que ser uno de los peores que raza alguna haya experimentado en la historia.

Si se toma en cuenta que el rey bondadoso y sensible que surgió en Egipto había muerto unos cuatrocientos años atrás, levantándose después de él muchos reyes insensibles; y luego la amenaza que representaba Israel para los egipcios, debido a su crecimiento y progreso, la «mano» con la que fueron sometidos tuvo que ser férrea e inclemente.

De modo que en su amarga servidumbre, los israelitas clamaron pidiendo auxilio, y ese clamor llegó hasta el cielo (como dice el vers. Éxodo 2:23)

Lo que pasó el pueblo de Israel en Egipto nos recuerda que este es un mundo de clamor. Muchos de los clamores vienen como resultado de alguna terrible «esclavitud» de la que se espera salir con prontitud y desesperación.

DIOS OYE LA ANGUSTIA DE LOS QUE CLAMAN A ÉL

Y oyó Dios el gemido de ellos, Exódo 2:24

No hay una palabra que pudiera aplicarse a Dios en su capacidad de oír, a la que pudiéramos llamar «omnioyente», así como decimos «omnisciente» para destacar que él todo lo sabe.
Sin embargo, su «omnipresencia» hace posible que Dios escuche todos los clamores en cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo que suceda.
En ese lenguaje que la Biblia nos presente acerca de Dios, sus «oídos» no son sordos ni han perdido la audición con los años.
Él ha oído siempre. Él es el único que tiene la capacidad de oír el clamor del alma que no grita, o el gemido del espíritu que no se oye.
Él es el único que tiene la capacidad de oír «los gritos del silencio».
Cuando Dios llamó a Moisés como el libertador de su propio pueblo, le dijo que Él ya había oído el clamor de Israel a causa de sus exactores y que había descendido para liberarlos
Dijo luego Jehová: Bien, he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, Exodo 3:7

De modo que ningún grito, angustia, dolor, o tristeza queda fuera de su alcance.
Cuando los escritores sagrados criticaban a los hacedores de ídolos, y su falta de poder que estos tenían para hacer algún milagro, destacaban de ellos lo siguiente:

Tienen boca, mas no hablan;
Tienen ojos, mas no ven;
Orejas tienen, mas no oyen;
Tienen narices, mas no huelen;
Manos tienen, mas no palpan;
Tienen pies, mas no andan;
No hablan con su garganta.
Semejantes a ellos son los que los hacen,
Y cualquiera que confía en ellos.
Salmos 115:5-8

Cuando el hombre se dispone en buscarle de corazón, lo encuentra; su oración no queda sin respuesta

Claman los justos, y Jehová oye,
Y los libra de todas sus angustias
Salmo 34:17

De esta manera lo confirmó David, cuando hablando de su propia experiencia, dijo:

Busqué a Jehová, y él me oyó,
Y me libró de todos mis temores.
Los que miraron a él fueron alumbrados,
Y sus rostros no fueron avergonzados.
Este pobre clamó, y le oyó Jehová,
Y lo libró de todas sus angustias.
Salmos 34: 4, 6

¿Dónde está Dios mientras sufrimos? Está más cerca de lo que nosotros podemos imaginarnos.

Bien vale la pena citar lo que dijo el salmista, quien, en su momento de angustia, se hizo las preguntas propias de un ser humano cuando pasa por esos momentos por los que nadie quisiera pasar:

¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba
Y habitaré en el extremo del mar,
Aún allí me guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra.
Si dijere: Ciertamente, las tinieblas me encubrirán;
Aun la noche resplandecerá alrededor de mí.
Aun las tinieblas no encubren de ti,
Y la noche resplandece como el día;
Lo mismo te son las tinieblas que la luz.
Salmos 139:7-12

¿Dónde está Dios mientras se sufre?…

Está más cerca de lo que podemos imaginar

Solo que en lugar de huir hacia otro lado, como pensaba el salmista, debemos ir hacia Él. En sus brazos estaremos protegidos y bendecidos

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